lunes, 18 de enero de 2010

Hombre y mujer, ¿son complementarios? (I) El Sacramento del Matrimonio

¡Bueno…! Voy a intentar plantear el Sacramento del Matrimonio desde el prisma de mi experiencia personal, dentro del marco de la Doctrina de la Iglesia Católica. Ni pretendo ser exhaustivo ni tampoco sentar cátedra de nada, pero sí que puedo y debo decir, que dentro de lo que es este blog, pienso que tiene cabida como la tuvo la Unción de los Enfermos y como la tendrán en su día el resto de los Sacramentos.

Es posible que haya quien pueda disentir de mis planteamientos, pero no es mi deseo establecer polémica alguna, ya que para mí, la realidad es como es desde mi vivencia matrimonial de muchos años y que, gracias a Dios y a la Virgen, continúo viviéndolo con más intensidad, si cabe, que antes.

Existen dos puntos de partida básicos y fundamentales: Nosotros tuvimos claro desde el primer momento que nuestra unión era para toda la vida. El otro punto de vista es que el matrimonio es entre un hombre y una mujer.

Referente al primer punto existen muchas teorías contrarias, presuntamente progresistas, que defienden el divorcio. ¿Qué quieren que les diga? Yo no puedo estar de acuerdo con eso porque estoy convencido, y así lo hemos vivido y experimentado mi esposa y yo desde hace ya muchos años, que todas las dificultades que puedan presentarse son susceptibles de solucionarse, simplemente con un diálogo franco y sereno, sabiendo apearnos a tiempo de nuestro podio particular al que nos sube nuestras pretendidas razones creyendo que lo que pensamos es lo único bueno y aceptable.

Pero, ¿y el otro o la otra? El matrimonio es cosa de dos. Y los dos somos personas. Y los dos tenemos nuestras propias razones. Y los dos tenemos nuestra verdad. De ahí pienso que surge la necesidad del diálogo con la humildad suficiente para admitir mutuamente la parte de razón que pueda tener el otro y encontrarnos, cada vez que surja algún problema, en el punto medio. Ni tú ni yo. Los dos. Pensemos que en el Matrimonio debe existir una unidad mutua dentro de la diversidad de las personas y los caracteres de éstas. Un apoyo y ayuda mutua. Nuevamente San Pablo: ‘¿Qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido, y tú, marido, si salvarás a tu mujer?’ (I Cor. 7, 16). Y eso es una cosa tan personal y trascendente que deberíamos tenerla siempre presente en el trato diario de nuestra relación matrimonial.

Tengamos presente que en todos los matrimonios se discute, surgen algunas desavenencias y se pueden plantear algunas crisis, pero todo puede tener solución si ponemos empeño y toneladas de cariño mutuo sabiendo olvidar lo que pudo provocar estas situaciones y aprendiendo las lecciones correspondientes para no volver a tropezar en los mismos escollos. Y si vuelven a surgir (que será lo más probable) volver a aplicar lo mismo para que todo salga bien. ‘Con tres cosas me adorno y me presento, hermanos, ante el Señor y ante los hombres: la concordia entre hermanos, la amistad entre los prójimos y la armonía entre mujer y marido’. (Eclo. 25, 1). Precioso, ¿verdad?

‘No hagáis nada por espíritu de rivalidad o por vanagloria, sino que cada uno de vosotros, con toda humildad, considere a los demás superiores a sí mismo. Que no busque solamente su interés, sino también el de los demás’ (Fil. 2, 3-4). Esta otra cita de San Pablo viene como anillo al dedo para aplicarla al matrimonio. Tanto el marido como la esposa debemos buscar lo mejor para el otro. El camino por donde nos conduce el amor matrimonial. Siempre mirando al frente, en la misma dirección, en nuestro proyecto de vida matrimonial. La Gracia propia de este Sacramento nos ayuda a ello.

Ignoro si alguno de ustedes habrá pensado, por la forma de exponer las cosas, que existe una igualdad entre mi esposa y yo que facilita las cosas. Nada más lejos de la realidad. Somos diametralmente opuestos en muchísimas cosas, (jocosamente suelo decir,y es cierto, que ella es de Matemáticas puras y yo soy de Letras más puras todavía, lo cual, tomándonos el tema con humor, hace que discutamos más y nos riamos más), pero, eso sí, estamos unidos en lo fundamental: en la forma de concebir el cristianismo, en sentirnos hijos de la Iglesia Católica, en dedicar nuestras vidas al servicio de ese Dios que hemos ido descubriendo en nuestro camino a través de las diversa facetas de la vida, de los muchos problemas padecidos (profesionales, familiares, de amigos, de salud,(algunos muy graves), etc.), y con Su ayuda hemos ido saliendo de todo. Y nuestro matrimonio se ha enriquecido con nuevas experiencias y nuestra unidad, nuestra mutua solidaridad matrimonial, se ha reforzado.

Existe la unicidad personal, que hay que respetar, pero también existe la COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR. Y cuando esto se tiene claro, la convivencia se facilita y se puede llevar adelante la tarea matrimonial con el apoyo mutuo, con el amor mutuo, con el humor mutuo… Les puedo asegurar que el humor debe tener un rol fundamental en la relación de la pareja. Hay que aprender a reírse juntos y contagiar esa alegría a nuestro alrededor. Incluso en momentos crudos y amargos por los que se puede pasar en un matrimonio cualquiera. De esto, les doy mi palabra de honor.

Es una de las maneras más efectivas de ir solucionando todas las dificultades, crisis, discusiones o problemas que surjan en el matrimonio, porque todo eso existe sin lugar a dudas. Pero mirémonos en la Sagrada Familia. No lo tuvieron más fácil el matrimonio José y María a pesar de su papel en la Historia de la Salvación: Dificultades para el empadronamiento y camino a Belén, un parto en unas condiciones lamentables desde el punto de vista humano, dejar la seguridad de su hogar para huir a Egipto,… Me parece que no hace falta continuar porque todos conocemos estos hechos históricos que nos pueden aportar bastante luz.

Y además de los hechos en sí mismos, se puede profundizar en ellos y sacar muchas consecuencias para nuestra vida personal y matrimonial. Y Jesús creció y se educó en ese ambiente y ‘les estaba sujeto’ ( Lc. 2, 51).

Nos puede ayudar, tanto a nivel personal como a la pareja, la oración en común. Sí. Ya sé que alguien podrá decir que ya estoy nombrando la oración, pero es que la realidad es esa. Si estamos hablando del Matrimonio cristiano recibido desde el Sacramento, a través del cual nos hemos comprometido a poner en él al mismísimo Jesucristo, ¿dejaremos de hablar con Él en la oración comunitaria familiar así como en la oración personal, poniendo en sus manos nuestras dificultades, proyectos y la renovación diaria de nuestro cariño? No en vano es una institución humana sobre la que está permanentemente la bendición de Dios.

Fíjense en lo que nos decía ese gigante de la Iglesia que fue Juan Pablo II. Les dejo con él: ‘Me he referido a dos conceptos afines entre sí, pero no idénticos: “comunión” y “comunidad”. La “comunión” se refiere a la relación personal entre el “yo” y el “tú”. La “comunidad” en cambio, supera este esquema apuntando hacia una “sociedad”, un “nosotros”. La familia, comunidad de personas, es, por consiguiente, la primera “sociedad” humana. Surge cuando se realiza la alianza del matrimonio que abre a los esposos a una perenne comunión de amor y vida, y se completa plenamente y de manera específica al engendrar hijos: la “comunión” de los cónyuges da origen a la comunidad familiar. Dicha comunidad está conformada profundamente por lo que constituye la esencia propia de la “comunión”. (Juan Pablo II.- Carta a las familias. 2, II, 1994, n.7). Me da la impresión que no necesita comentario. Además de explicarlo muy bien el anterior Papa, cada uno puede profundizar en su contenido. Acabaremos este tema la semana próxima.

Que Santa María del Camino nos bendiga y ayude.

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