domingo, 28 de febrero de 2010

¡Cuaresma! ¿Por qué se dice qué horror…?

¡Qué mal cartel tiene la Cuaresma para algunas personas! La consideran como algo triste, serio, con cantidad de sacrificios y penitencias,…Caras largas y gestos adustos…

¡Hombre! Pienso que no. Considerarla así supone un gran desconocimiento de lo que es realmente y desconocer la Iglesia misma. El mismo Jesucristo no la considera así cuando dice: ‘Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará’. (Mt. 6, 17-18).

A partir de ahí podemos sacar cuantas conclusiones queramos, como ha hecho la Iglesia recogiendo el mensaje y la voluntad de su Fundador. Ha puesto todos los años en su Liturgia un espacio para invitarnos a un acercamiento mayor para la preparación de la Gran Fiesta que es la Resurrección, auténtico motor de nuestra fe y nuestra esperanza.

Pienso que esa es la razón para invitarnos a una conversión personal que nos acerque cada vez más a Quien desea estar tan cercano a nosotros que quiere morar en nuestro interior. ‘El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre le amará, y mi Padre y yo vendremos a él y haremos nuestra morada en él’. (Jn. 14, 23). Supongo que no hace falta ningún traductor para entender su deseo, ¿verdad?

Y la Iglesia, como Madre y Maestra, canaliza esa conversión a través de tres caminos que van a converger al mismo destino, siguiendo el ejemplo del Maestro: el ayuno y la abstinencia, la oración y la limosna. Luego trataremos estos puntos.

La cita más arriba puesta (‘Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, etc.), traducida al lenguaje de hoy podríamos decir: Perfúmate, viste con absoluta normalidad y pon en tus labios la sonrisa más encantadora que tengas, procurando que sea reflejo de la que tendría el mismo Jesucristo cuando perdonó a la pecadora o cuando acudió al banquete que Mateo ofreció en su honor, cuando lo llamó a acompañarle. Que sea una sonrisa cautivadora que invite al seguimiento del Señor de la Historia y de la Vida. Que Él se proyecte a los demás a través de tu presencia y tu sonrisa.

Y es que muchas veces desconocemos nuestras propias posibilidades que, con la ayuda de Dios que nos las ha dado, las podremos potenciar hasta el infinito porque será Dios mismo el que se proyecte en ellas haciéndose presente en cuantos deseen ser sus instrumentos, sus hijos, sus amigos, sus hermanos,…


La Cuaresma, lejos de ser un tiempo de aburrimiento lúgubre, es un tiempo de conversión, de redescubrimiento de ‘quién’ es Dios para cada uno de nosotros, de reconducir nuestras actitudes, nuestra disponibilidad y entrega, de analizar si de alguna manera nos hemos alejado de sus caminos y si nuestros pensamientos se acercan a los de Él. En definitiva, si estamos en disposición de rejuvenecer nuestro servicio al Creador besando ese tronco eterno de la Cruz que nos dio la Vida.

¿Eso es un camino triste y aburrido? Pues miren ustedes que hace unos días, cuando tuve una entrevista con mi acompañante espiritual revisando los caminos de mi atribulada existencia, fue una auténtica delicia, entre otras cosas porque sabíamos que, además de nosotros dos, había un Tercero que participaba activamente en nuestro coloquio. Y cuando pronunció las palabras ‘escucha cómo Dios te perdona’, esa Presencia se hizo casi tangible. Les aseguro que fue un momento inenarrable, pero tan profundo que invitaba, y acepté la invitación, a vivir esta Cuaresma de forma intensa aun dentro de mis limitaciones. O mejor aún, desde ellas. A partir de ellas. Porque son una manera de participar mejor en la Cruz del Salvador.

Sí. Bendita sea la Iglesia que nos hace ver que la Cuaresma no es un arcano resto arqueológico sino un hecho vivo, actual, sin fecha de caducidad, enfocado a nuestro propio bien y hacia la vivencia posterior del Misterio Pascual.

¿Estamos bautizados o no? ¡Qué pregunta!, podrían decirme, pero es que si lo estamos hemos de tener presente que el Bautismo no es algo estático. Es algo dinámico que debe impulsarnos a la perfección deseada por Jesús : ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt. 5, 48). Y la Cuaresma nos ayuda e impulsa.

Antes he dicho que trataría los medios que la Iglesia propone. Veamos.

Eso de ayunar, ¿qué sentido tiene hoy? Pues miren ustedes. Ni soy sociólogo, ni soy moralista, ni tampoco teólogo. Pero sí voy a compartir con ustedes mi visión de estos temas. Ya sé que ninguno de nosotros podemos solucionar el problema del hambre en el mundo ni tampoco los sufrimientos humanos que existen. Pero sí puedo solidarizarme con esas personas sufrientes que no conozco, ni conoceré nunca, a través de mi ayuno. El hecho de que suprima algo de mi comida o de mis pequeños caprichos se transforma en limosna para una organización eclesial (Cáritas, por ejemplo), que haga llegar la ayuda necesaria a quienes pasen necesidad.

Aún permanecen frescos los recuerdos de la fundación de Cáritas en nuestra antigua Parroquia, cuando un matrimonio amigo nuestro, mi esposa y yo, fuimos a plantear al párroco la necesidad de atender tantos y tantos casos de gente necesitada, de una forma organizada, a lo cual accedió. En un mes aproximadamente se había conseguido tener algo más de quinientos socios y como una docena de colaboradores directos.

¿Y qué tiene que ver eso con el ayuno? Pues que se ayunaba de comodidad y tranquilidad para entregarse a los demás. Fue un aldabonazo que mi esposa, muy conocida en la ciudad donde vivíamos, se pusiese a las puertas de la Parroquia un domingo pidiendo limosna para poder atender un caso grave de necesidad de una familia. Y es que el ayuno no es solamente privarse de alimentos. También puede ser privarse de tiempo, comodidades y de ‘eso’ que cada uno sabe que le gusta o que le domina de alguna manera. Y cada uno puede saber de qué puede ‘ayunar’ en este bendito tiempo de Cuaresma.

Se trata de darse, de entregarse como el Cordero se entregó. No caben las medianías ni las comodidades. Jesús se entregó a tope y a tope debemos entregarnos todos, sacerdotes, religiosos y laicos, ya que el espejo en el que nos miramos es el mismo para todos y todos navegamos en la misma barca del Pescador. Y eso es lo que hicimos. Y eso es lo que debemos analizar cada Cuaresma que vivamos, para rectificar nuestro rumbo equivocado si fuese necesario.

Por eso pienso que el ayuno puede tener la doble vertiente de ser vivida en nuestro interior y, a la vez, ser proyectada hacia la sociedad desde nuestra propia individualidad, todo complementándose y enriqueciendo nuestra entrega sincera y generosa a Dios, a través de nuestros semejantes.


¿Y la abstinencia cuaresmal? ¿Tiene sentido no comer carne los viernes cuaresmales en pleno siglo XXI? ¿No sería mejor privarnos de comer otra cosa más deliciosa, que atrayese más nuestro paladar? Las cosas claras. Si nos sentimos Iglesia hemos de mirar con ojos de hijos de la misma. Veamos dos planteamientos. Primer planteamiento: ¿Qué sentido tiene que sea ‘precisamente’ carne y no otra cosa? Prescindiendo de la historicidad que motivó esta prohibición, para mí es el sentido de acatamiento a la autoridad de mi Madre la Iglesia, entendida como ayuda a mi formación y evolución cristiana en función de mi Bautismo.

Segundo planteamiento: Si yo veo la Cuaresma como un período de especial unión con ese período de ayuno y abstinencia de Jesús en el desierto, preparatorio para esa vida pública que iba a iniciar, mi solidaridad con Él me conducirá a llevar una vida más austera que me vaya acercando a Él y me sumerja en la contemplación posterior de su Pasión, Muerte y Resurrección. Y eso no tiene precio. Eso tiene una actualidad permanente mientras el mundo siga siendo mundo. O lo que es lo mismo, eso es lo que nos tocará hacer mientras nosotros sigamos viviendo en este bendito mundo que Dios nos ha regalado y que nunca sabremos valorar suficientemente.

Y esto, necesariamente, nos conduce a la oración. A la comunicación con ese Jesús que todos decimos seguir, mejor o peor, pero a quien queremos y a quien consideramos como el eje motor de nuestra existencia. Ella nos devuelve la comunión con Él, que permanecía en contacto permanente con el Padre durante interminables noches de oración, que preludiaban gloriosos amaneceres azules. Jesús vivía así su misterio pascual. Y basándose en eso, la Iglesia invita a una mayor intensificación de nuestra oración personal y comunitaria, en permanente comunión con el Maestro.

Cuaresma. Una navegación personal en el mar de la Historia de la Salvación: los cuarenta días del diluvio (Gen. 7, 4), los cuarenta que Moisés permaneció en el Sinaí (Ex. 24, 18), los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto camino de la tierra prometida (Deut. 8, 2), los cuarenta días que Jonás predicó penitencia en Nínive (Jon. 3, 4),… Y la culminación: nuestro acompañamiento a Jesús en los cuarenta días que permaneció en el desierto por nosotros (Lc. 4, 1-2).

Sí, amigos. La Cuaresma es un tiempo fuerte de conversión y gracia, un regalo que la Iglesia nos propone y a través del cual Dios nos espera a cada uno, con nuestro nombre y apellidos, sin que le importe nuestro estado, condición o nacionalidad. Jesús sigue caminando hoy por caminos nuevos, por montes cerrados, pisando una tierra nueva tostada por los soles de cada día, de colores agrarios o marinos, con un precioso arcaísmo originario en su propia Creación, dirigiéndose a nuestra búsqueda. La Cuaresma nos llama. La Cuaresma nos dirige a construir caminos en la vieja, y siempre nueva y actual, virginidad el mundo.
¿No vale la pena vivir así la Cuaresma?

Les dejo con el punto 540 del catecismo de la Iglesia Católica.



La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf. Mt. 16, 21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: ‘Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado’. (Heb. 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.

Y un segundo fragmento del Vaticano II.



Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con ánimo elevado y entusiasta. (Constitución dogmática ‘Lumen Gentium’, nº 110)

Que el Cristo del Silencio y Nuestra Señora de la Merced nos bendigan

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