domingo, 7 de febrero de 2010

En definitiva, es la puerta.- Sacramento del Bautismo

En ocasiones, cuando uno se sienta frente a este mueble o armatoste llamado ordenador para unos o computadora para otros, se le agolpan los pensamientos, las ideas o los conceptos en la cabeza y no sabe cómo empezar. Entnces le pasa lo que me está ocurriendo a mí ahora que intento hablar del Sacramento del Bautismo. Pero confío que todo saldrá bien. Comencemos.

Hablar del Bautismo supone tocar un tema que todos conocemos puesto que es probable que hayamos asistido a alguno: hijos propios, nietos, hijos de amigos o vecinos,… pero no sé si todos hemos sido conscientes de lo que allí estaba sucediendo.

Personalmente puedo decirles que al principio no me enteraba de nada y todo mi deseo era ver cómo echaba el sacerdote el agua al bautizando y oírlo llorar. Podría tener unos diez años. Pero esa curiosidad fue transformándose a medida que avanzaban mis estudios, se hablaba con distintos compañeros de carrera sobre estos temas e incluso con la que era mi novia, hoy mi esposa, teníamos grandes parrafadas mientras paseábamos por las calles y paseos de nuestra ciudad natal.

Cuando nació nuestro primer hijo y lo bautizamos empecé a descubrir que aquello no era un simple acto religioso. Allí había mucho más. Toda la teoría que habíamos estado estudiando se hacía presente y me parecía insignificante ante la realidad de lo que allí se estaba realizando. Cuando acabó la ceremonia pedimos al sacerdote celebrante que ofreciese nuestro hijo a la Virgen. Nos dirigimos al altar de Nuestra Señora de los Desamparados y así se hizo. Y la Virgen jamás lo abandonó y abundantes pruebas tenemos de ello.

Pero ¿qué estaba ocurriendo es esa ceremonia? No se puede perder de vista que para un cristiano católico, que intenta vivir el Evangelio con sus caídas y levantadas, todo tiene su origen en Jesucristo. Y el Sacramento del Bautismo, como cualquiera de los otros seis, ha sido instituido por Él.

Entonces podemos decir que ésta es la base, el punto de arranque de la vida cristiana. Por primera vez la Santísima Trinidad entra y hace morada en ese niño o esa niña recién bautizado/a. Es templo vivo de Dios que, a partir de ahora, esperará la respuesta libre y responsable de esa criatura a incorporarse activamente en la Iglesia, ser miembro vivo y activo de la misma al quedar configurado/a con Cristo por ese ‘sello’ o carácter propio del Sacramento que ya no se borrará jamás de su alma, y poner su disponibilidad en manos de Dios para que Éste actúe a través de él o ella, lo cual supone una clara llamada a la santidad personal.

A partir de ahí comienza un camino que continuará con la recepción de la Eucaristía por primera vez, posteriormente de la Confirmación y de otros Sacramentos que seguirán haciendo presente a Jesús de Nazaret en su vida y al que deberá estar unido si así lo decide libremente, especialmente si un muchacho descubre esa llamada especial que lo conducirá al Sacramento del Orden Sacerdotal. En cualquier caso, el camino emprendido en el Bautismo solamente finalizará cuando el Padre nos llame a Su presencia.

En este aspecto he presenciado casos, incluso de algunos conocidos, que eran partidarios de no bautizar a sus hijos hasta que no fuesen mayores y tomasen ellos su propia decisión. ¿Qué quieren que les diga? En este caso yo suelo poner un ejemplo muy claro. He visto padres que son fervientes seguidores de un equipo de fútbol y cuando nacen sus hijos les ponen la camiseta de su Club y se lo llevan, en ocasiones a los partidos e incluso los hacen socios del Club para poder decir después que su hijo es el socio más joven con sólo unos días de vida. Y yo me pregunto: ¿Por qué no se esperan a que sean mayorcitos y entonces les preguntan si desean ser seguidores de ese equipo?

El caso del Bautismo es mucho más serio, ya que los padres tienen la grave responsabilidad de ser los primeros educadores en la Fe de sus hijos, igual que de su preparación para ser buenos ciudadanos, enseñándoles a respetar las Leyes de la Nación a la que pertenecen. Y con Dios, con mayor responsabilidad, ya que en esos padres ha delegado Él su autoridad y los ha destinado a ser colaboradores Suyos en la transmisión de la vida y de la Fe.

A partir de ahí los padres debemos hacer que vayan descubriendo a Dios en sus vidas y en su familia; a que descubran la comunicación con Él a través de la oración como en una conversación con un amigo (que realmente lo es); a hacerlos evolucionar, según la edad que tengan en cada momento, en los conceptos de la Religión y de la Sociedad y que vayan adquiriendo una cultura religiosa y social buena. ‘Cuando yo era un niño hablaba como un niño, pensaba como un niño, razonaba como un niño; cuando llegué a ser hombre dejé como inútiles las cosas de niño’. (I Cor. 13, 11-12). San Pablo nos está exponiendo el proceso educativo en la Fe de los niños. La oración de una criatura de tres años no puede ni debe ser igual que la de otra con doce años. Ni la de ésta como la de un joven de diecinueve años. Ni la de éste con la de una persona adulta con treinta y cinco o cuarenta años.

No le debemos negar a ningún niño o niña la Gracia que Dios les da por medio del Sacramento del Bautismo. ¡Qué sabemos nosotros lo que el Creador puede hacer con ellos! Conozco un hombre que no estaba bautizado. Con ocasión de una convivencia religiosa a la que asistía lo comunicó él mismo el segundo día de la misma a uno de los sacerdotes. El último día pidió ser bautizado. Se le concedió y se procedió a su Bautismo y a recibir por primera vez la Eucaristía en la Misa de la Clausura. Les aseguro que para muchos de nosotros fue un momento verdaderamente emocionante. Unos años más tarde era ordenado Diácono por el Obispo de nuestra Diócesis.

¿Alguien hubiese podido aventurarse a pensar en los planes de Dios con este hombre? La llamada de Dios comenzó a descubrirla y fue madurando y ahondando en ella hasta descubrir esa vocación personal. ‘Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice Yavé. Cuanto son los cielos más altos que la tierra tanto están mis caminos por encima de los vuestros, y por encima de los vuestros, mis pensamientos’. (Is. 55, 8-9). Qué claro se expresa Dios, ¿no? Y cada una de las personas que nacemos somos un tesoro para Él, tanto, que podríamos decir que se le podrían aplicar a esa criatura bautizada las palabras del Padre en el bautismo de Jesús: ‘Tu eres mi hijo/a predilecto/a. en ti me he complacido. De ti espero mucho. Te quiero muchísimo. Bienvenido a Casa.’ (Ya sé que no son las palabras exactas, pero ¿verdad que Dios podría habernos dicho a cada uno de nosotros esas palabras el día que nos bautizaron?)

En cierta ocasión me contaba una enfermera, todavía emocionada por lo que había vivido, que estando en quirófano en un parto el niño nació mal y estaba grave. Ante esa dificultad ella lo bautizó allí mismo derramando agua sobra su cabeza a la vez que pronunciaba ‘N. Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén’, con intención de hacer lo que la Iglesia hace en un Bautismo normal. Sabía que era un Ministro Extraordinario del Bautismo ante esa necesidad. La criatura no murió, afortunadamente. Posteriormente en la Parroquia se celebró el resto de la ceremonia bautismal a cargo del Ministro ordinario, el sacerdote.

En el Antiguo Testamento podemos encontrar fragmentos que dejan entrever la actitud de Dios a través del Bautismo: ‘Yo os tomaré entre las gentes y os reuniré de todas las tierras y os conduciré a vuestra tierra. Os aspergeré con aguas puras y os purificaré de todas vuestras impurezas, de todas vuestras idolatrías. Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y os haré ir por mis mandamientos, observar mis preceptos y ponerlos por obra’. (Ez. 36, 24-27). El profeta Ezequiel nos está presentando ya un bautismo como medio purificador.

No en balde el agua es el elemento que forma la materia propia del Bautismos. Es agente de vida y a lo largo de la Biblia podemos encontrarla en momentos claves del pueblo elegido por Dios: El paso del Mar Rojo supuso la libertad de Israel que quedó convertido en un pueblo libre y cultual.

¿Se acuerdan de Naamán, el sirio? Estaba leproso. Una esclava israelita que tenía le aconseja que vaya a ver al profeta Elíseo. Cuando éste le dice que se bañe siete veces en el río Jordán se indigna por verlo muy sencillo para su curación, pero al final lo hace. Y queda curado. Es un nuevo caso de la presencia del agua como agente de vida. Para Naamán fue como un renacimiento a la vida.

Me llama la atención Isaías cuando escribe lo que dice el Señor: ‘Lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid y entendámonos, dice Yavé. Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve. Aunque fuesen rojos como la púrpura, vendrán a ser como la lana blanca’. (Is. 1, 16-18). ¿No estará siendo una prefiguración del Bautismo teniendo en cuenta que éste quita el pecado original y todos los que hubiere? No lo sé. Pero me ha llamado la atención. Y el agua sigue estando presente al decir ‘lavaos’. En cualquier caso Dios se está presentando como un Ser acogedor que desea, siempre que nos alejamos de Él por el pecado, retomar la amistad y colaboración mutua mediante el perdón que siempre está dispuesto a conceder.

¿Y qué dice el N.T. sobre este Sacramento? Todas las prefiguraciones del A.T. culminan en Jesucristo. Por una parte tenemos lo que va manifestando a lo largo de su etapa pública, comenzándola con su propio bautismo en el Jordán de manos de su primo Juan Bautista. (Mt. 3, 13). Y cuando tiene la entrevista con Nicodemo, en el silencio y la oscuridad nocturna, le dice después de una conversación, acaso como resumen de la misma: ‘En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de los Cielos. Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te maravilles de lo que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo nacido del espíritu’. (Jn. 3, 5-8).

Más tarde, ya con los Apóstoles, responde a los hijos de Zebedeo a su petición: ‘¡No sabéis lo que pedís! ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?’ (Mc. 10, 38). Saca a relucir el bautismo de sangre que va a padecer en su Pasión.

Pero la mejor de todas las citas de Jesús sobre el Bautismo, donde expone claramente su institución, es después de su Resurrección cuando se dirige a sus amigos los Apóstoles y les encarga una misión muy especial: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto Yo os he mandado. Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo’. (Mt. 28, 18-20). Y ésta es la fórmula con la que la Iglesia bautiza, siguiendo el mandato de Jesús y empleando sus mismas palabras.

Después, San Pablo y otros irán desarrollando este mandato de Jesús a lo largo de los tiempos. ‘Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu’. (I Cor. 12, 13). Y también nos da este mensaje: '¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte? Por Él hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para que como Él resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva’. (Rom. 6, 3-4). En su carta a los Gálatas también nos dice ‘Cuantos en Cristo habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo’. (Gál. 3, 27). Así se podrían poner algunas citas más pero lo haríamos demasiado largo.

San Cipriano también nos dice unos siglos después: “Porque así como en el bautismo del mundo, en el cual la iniquidad antigua fue purgada, aquel que no estaba en el arca de Noé no pudo ser salvado de las aguas, de tal manera no puede ser salvado por el bautismo aquel que no ha sido bautizado en la Iglesia que está establecida en unidad con el Señor de acuerdo al sacramento de la única arca.” (“Las Epístolas de Cipriano”)

El día de Pentecostés es Pedro el que dirigiéndose a la multitud les dice: ‘Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo’. (Act. 2, 38).

Sí. Yo entiendo, como creo que muchos o todos los cristianos, que el Bautismo es la puerta para pertenecer a la Iglesia fundada por Jesucristo. Es, también, la realización del cumplimiento del mandato de Jesús de bautizar a todos. Es el principio de la iniciación en la educación de la Fe que, como el grano de mostaza, debe ir desarrollándose y creciendo a la vez que se crece físicamente. Es la fuente de la Gracia que Dios nos da que nos permite participar de su Vida y poder llamarlo ‘Abbá’, Padre.

Por eso pienso que todos los niños y todos nosotros que hemos sido niños y aún conservamos algo del niño que fuimos en unos días más o menos lejanos, no somos solamente hijos de nuestros padres sino que básicamente somos hijos de Dios en virtud de este Sacramento y porque fue Él quien primero nos llamó a la vida. Y eso significa que tenemos la misma dignidad que Dios.

Recorreremos nuestro propio camino hasta llegar al Padre. Y allí estará esperándonos con los brazos abiertos para darnos la Vida a la que todos estamos llamados.

Finalizo con estos fragmentos de dos Padres de la Iglesia. Son dignos de meditarse para recordar lo que supone el Bautismo para nosotros.

‘Recuerda, pues, que has recibido el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu del santo temor, y conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha sellado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como prenda suya, el Espíritu, como te enseña el Apóstol’. (SAN AMBROSIO. ‘Tratado sobre los misterios’)








‘Por el Sacramento del Bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo: no ahuyentes a tan escogido huésped con acciones pecaminosas, no te entregues otra vez como esclavo al demonio, pues has costado la Sangre de Cristo, quien te redimió según su misericordia y te juzgará conforme a la verdad’. (SAN LEÓN MAGNO. ‘Sermón I en la Natividad del Señor’).

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