domingo, 6 de junio de 2010

El Padre Nuestro (y IV)

Y ahora hay que adentrarse en la recta final de esta oración comprometida y comprometedora, porque de alguna manera nos obliga a plantearnos continuamente nuestras actitudes ante los diferentes momentos que nos toca vivir y, como cristianos, vivirlos de cara al Padre intentando darle la respuesta que Él espera de cada uno de nosotros.

No nos dejes caer en la tentación. ¡Ay, qué crudo lo tenemos! Nada menos que la tentación. Concepto tal vez banalizado en nuestra sociedad, pero que encierra en sí mismo un contenido que algo debe tener que cuando Jesús enseña esta oración a sus discípulos y, por extensión, a sus discípulos de todos los tiempos. Y nos recomienda que pidamos a Dios que no nos deje caer en ella.

Pero atención, no nos confundamos. En ningún momento nos dice que pidamos que nos libre de tenerlas, sino que cuando las padezcamos tengamos el coraje suficiente para hacerles frente y la humildad necesaria para acudir a nuestro Padre pidiéndole que no puedan con nosotros. Con su ayuda podemos dominarlas a través del dominio de nuestro propio ego, entre otras cosas. No olvidemos nuestras limitaciones humanas y, por tanto, nosotros solos, solamente con nuestras propias fuerzas, nada tenemos que hacer. Pienso que ese es el sentido de esta petición.


Tentaciones de Jesús.-James Tissot
El mismo Jesús no se libró de tenerlas y las padeció en ese período de preparación en el desierto de cara al comienzo de su vida pública. (Mt. 4, 1-11). Estuvo directamente acosado por el mismísimo Satanás. Y el Salvador pudo con él, le venció, pero el diablo no cejó en su empeño. Si tenemos en cuenta los Evangelios podremos ver que son bastantes las ocasiones en que este personaje se hace presente: Curación de un mudo (Mt. 9, 32-33) ; un endemoniado ciego y mudo, (Mt. 12, 22) ; un niño endemoniado, (Mt. 17, 14-18) ; en Gerasa, (Mc. 5, 1-15) ; María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios ( Lc. 8, 1-2) ; y Jesús siempre se compadecía de los posesos y mandaba sobre los espíritus malignos que los poseían.

Nosotros no somos mayores que el Maestro. El tentador siempre está al acecho buscando cualquier resquicio en nuestra defensa contra él, intentando penetrar a través de las cosas, objetos, circunstancias, que nos alejan del camino recto que Dios nos marca a cada uno. ‘Estad alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda buscando y busca a quién devorar, al cual resistiréis firmes en la fe… Y el Dios de toda gracia, que os llamó en Cristo a la Gloria eterna, después de un breve padecer os perfeccionará y afirmará, os fortalecerá y consolidará’. (1Pe. 5, 8-10). Pedro, el gran amigo de Jesús, sabe lo que está diciendo y así se lo dice en esa carta a los cristianos del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Y… a nosotros mismos.

Personalmente me maravillo de lo que es capaz de escribir Pedro, rudo pescador, absolutamente incapaz de entender nada de cuanto vivía y presenciaba mientras estuvo con Jesucristo, y que a partir de Pentecostés tuvo una radical transformación que le permitió ir desarrollando su Primado en la Iglesia naciente, a impulsos del Espíritu Santo. Y eso es un estímulo para nosotros para darnos cuenta que el Espíritu Divino también actúa sobre nosotros si nos abrimos a su acción.

¿Qué vamos a temer si nos mantenemos firmes en la Fe, la Esperanza y el Amor con la ayuda del mismo Espíritu que, además de resucitar a Jesús al tercer día de su muerte en la Cruz, impulsó e impulsa la Iglesia, ante la cual ‘las puertas del infierno no prevalecerán’? (Mt. 16, 18).




Jesús, en su agonía en Getsemaní, va buscar a sus amigos. Tal vez tuviese necesidad de un apoyo material para esos momentos tan amargos de su existencia. Y los encuentra dormidos. Cuando se despiertan aún es Él quien les anima y aconseja: ‘¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es flaca’. (Mt. 26, 40-41). Ya lo estamos viendo, amigos. Es la recomendación de Jesús para todas las personas de todos los tiempos. Él y su Madre, la Virgen, no nos dejan, pero es necesario aportar todo nuestro esfuerzo y voluntad hasta el límite de nuestras posibilidades. Ellos hacen el resto, que no va a ser poco.

La Maternidad de la Virgen no es un hecho aislado en base a unas simples palabras pronunciadas en un momento difícil. No es solamente el hecho material de que el Salvador las dijera en esos momentos tan horrorosos y amargos para Él. Ahí está contenido todo lo que puede implicar una maternidad espiritual para todos los componentes de la Humanidad. Y la Virgen, estoy seguro de ello, se emplea a fondo para ayudarnos a superar cuantas pruebas o tentaciones tengamos a las que nos somete el maligno. No en vano es la Mujer que le aplastará la cabeza y contribuirá a que el bien se esté instaurando constantemente en la Creación.

Y líbranos del mal. Pero no minusvaloremos al tentador. Es terrible y tiene su propio poder, ciertamente inferior al de Dios, pero es superior a nosotros.

El mal existe y esto es un hecho cierto e incuestionable. Y el autor del mismo no es otro que ese ser lleno de soberbia que se alzó contra su Creador. ‘¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora? ¿Echado por tierra el dominador de las naciones? Tú, que decías en tu corazón: subiré a los cielos; en lo alto, sobre las estrellas de Dios, elevaré mi trono; me instalaré en el monte santo, en las profundidades del aquilón. Subiré sobre la cumbre de las nubes y seré igual al Altísimo. Pues bien, al sepulcro has bajado, a las profundidades del abismo.’ (Is. 14, 12-15). Isaías nos hace una descripción de la soberbia de ese ser que quiso y quiere destruir la acción del Creador.

‘Fuiste perfecto en tus caminos desde que fuiste creado hasta el día en que fue hallada en ti la iniquidad’. (Ez. 28, 15). Es este otro profeta que también nos da un retrato de este funesto personaje.

De ‘este ser’ es de quien Jesús nos recomienda que pidamos vernos libres de sus acechanzas, de su poder fatal, de su reino de tinieblas, mentiras y pecados. De su negación de Dios. Si nuestros corazones están ansiosos de felicidad, de libertad, de alegría, no tenemos cabida en las seducciones de este engendro del mal. Nuestro objetivo es el Dios Uno y Trino que nos llamó a la vida y nos destinó a la Felicidad (así, con mayúscula) y al Bien. El mismo Salvador no dudaba lo más mínimo en actuar contra él cuando le presentaban personas poseídas, como he comentado con anterioridad.

Las falacias y falsas apariencias de bondad del maligno no son otra cosa que un apartarnos de los caminos de Dios. Sus propósitos son debilitar las naciones (versículo 14 del capítulo indicado de Isaías), trastornar los reinos (vers. 16), devastar las ciudades y no liberar a sus cautivos (vers. 17). El libro de Job es muy gráfico en ese sentido: Vinieron un día los hijos de Dios a presentarse ante Yavé y vino también entre ellos Satán, a quien preguntó Yavé: ¿De dónde vienes? Respondió Satán: Vengo de dar una vuelta a la tierra y pasearme por ella’. (Job 1, 6-7). Ya ven. Siempre está paseando por ella, por los que debieran ser nuestros dominios de la Creación. (Gen. 1, 27-28). Y no va a hacer turismo precisamente.

Tan envidioso estaba de la felicidad de Adán y de Eva como de la felicidad que tenemos hoy nosotros intentando seguir a ese Dios Amor que tanto espera de nosotros y nos destina a la Eternidad en ese estado de perfecta Bienaventuranza, adorando en plenitud a la Trinidad con el resto de la Iglesia Triunfante. ‘Pero temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también corrompa vuestros pensamientos, apartándolos de la sinceridad y de la santidad debidas a Cristo’. (I Cor. 11, 3). ¿Qué les parece la recomendación que Pablo hace a sus amigos de Corinto? Conocía el tema por dónde iba, ¿verdad?

Pues ese es el mal que debemos evitar y saber de dónde puede venir. Nuestros caminos hacia Dios pasan por la oración y por una confianza absoluta en Él. Sin bajar la guardia ni un solo instante. Acudiendo a la Virgen sin dudar un momento. No en vano la hemos elegido como Madre nuestra y defensora. Y ella ha dado abundantes muestras de acogida, amparo y protección a quien confiadamente acude a ella en busca de auxilio. La donación ‘Ahí tienes a tu Madre’ (Jn. 19, 27) es de una actualidad constante para cada uno de nosotros.
Áhí tienes a tu Madre .- Autor: Albrecht Altdorfer

Ese mal no pensemos, como nos explicaban siendo pequeños, que es un ser rojo con rabo y cuernos, feo con avaricia y con un tridente en la mano. No banalicemos. Como adultos tenemos capacidad de conocer que como espíritu tiene poder y es superior a nosotros. Se nos puede presentar de múltiples maneras: presentando el aborto como un progreso social, prohibiendo procesiones y otras manifestaciones religiosas por las calles, sembrando discordia entre personas provocando celos y envidias entre ellos, minando la moral y las creencias religiosas de las personas presentándolas como hechos caducos y superados,… Es la destrucción por la destrucción. Es el odio por el odio.

Pero no podemos perder de vista un hecho trascendente para toda la Humanidad: Cuando Jesucristo murió en la Cruz y derramó toda su sangre por cada una de las personas que nacieron y murieron, por las que ahora vivimos y por todas cuantas nazcan después, venció definitivamente al pecado, al mal personificado en Satán, al infierno y a todo cuanto se oponga a sus planes. Y Jesús nos quiere para Él. ‘Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo’. (Mt. 25, 34).

Ese es nuestro auténtico objetivo. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.




Que nuestro Padre del cielo y Nuestra señora de Fátima nos concedan abundantes bendiciones y nos ayuden a perseverar en la Gracia.

1 comentario:

Continental Subastas. dijo...
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