domingo, 25 de mayo de 2008

El LOGOS en la Historia de la Humanidad



Como muy bien dice ANÓNIMO en su comentario, ‘el evangelio de Juan comienza con esas palabras: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.’

Pero esa Palabra, ese LOGOS, ¿desde cuándo está presente en la Historia de las personas? Es fácil pensar que San Juan, cuando escribe su Evangelio desde la isla de Patmos, da a conocer a Jesucristo como el LOGOS encarnado y que a partir de ahí actúa durante tres años que culminan con el aparente fracaso de su muerte. Pero eso no es así.

El LOGOS está presente desde la misma Historia de la Creación. Se hace presente en numerosísimos pasajes del Antiguo Testamento dirigiéndose a los Patriarcas y a los Profetas.

Estos últimos hablan en su nombre y, por regla general, suelen tener disgustos serios en sus vidas. El mismo profeta Jeremías se lamenta de no querer hablar en nombre de Dios por los problemas que le acarrea, pero no lo puede evitar a pesar suyo: ‘Aunque me dije no volveré a hablar en su nombre , es dentro de mí como un fuego abrasador que siento dentro de mis huesos, que no puedo contener y no puedo soportar’ (Jr,20, 9).

Acaso la respuesta a ese estado de ánimo del profeta se encuentra en sus mismas palabras, anteriores a esta perícopa: ‘Tú me sedujiste, ¡oh Yavé!, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte y yo fui vencido’. (Jr, 20, 7).

A partir de ahí, cada uno puede sacar las conclusiones que quiera, pero hoy, en el siglo XXI, el LOGOS sigue estando presente en cada hombre y en cada mujer que desean conocerlo, seguirlo y poner su propia disponibilidad en Sus manos.

1 comentario:

euterpe dijo...

Tengo que decirle, señor Maset, que casi estaba esperando una nueva presentación con su firma.
Efectivamente, el Logos se hace presente durante toda la Historia de la Salvación a determinadas personas, pero el lugar elegido para revelarse no es uno cualquiera, sino el desierto. ¿Y por qué?
El desierto se caracteriza por ser agreste, solitario y silencioso; nos invita a sentirnos criaturas y a ponernos ante lo ABSOLUTO. El desierto implica ausencia de riqueza, de distracciones, se todas las preocupaciones por lo inmediato. Pero el desierto es también iuna actitud. Una actitud de silencio interior, de disponibilidad, que produce un vaciamiento interior. En esta última soledad se afrontan muchos prejuicios y se aprende a ver con otros ojos la relación con uno mismo, con el otro, con la escala de valores...
Bajo la presencia del Logos, en el silencio interior, se produce una transformación que aporta serenidad, alegría y verdadero amor.
Mis bendiciones para usted y su familia.