lunes, 8 de diciembre de 2008

ADVIENTO II

Para mí fue una sorpresa. La dejé pasar porque no le di la importancia que tiene, pero le iba dando vueltas y al cabo de una semana me di cuenta: En la lectura de Isaías, capítulo 63, versículo 16, el Profeta debía estar desesperado, angustiado o algún estado de ánimo parecido, pero POR DOS VECES LLAMA A DIOS, PADRE.

Veamos lo que dice: “Pero Tú eres nuestro Padre. Tú, Señor, eres nuestro Padre, desde siempre te invocamos como nuestro libertador”. ¿Y dónde está la novedad? Para ustedes, no lo sé, pero para mí es la primera vez en mi vida que leo que alguien del Antiguo Testamento llama a Dios ‘Padre’.

Permítanme esta pequeña confidencia, comunicación o como lo quieran llamar, pero necesito compartirlo con ustedes. Pensaba que Jesucristo era el único que había empezado a llamar Padre a Dios, porque realmente lo es, y miren por dónde aparece Isaías y nos pone ante nosotros este hecho.

Y a mí me hace pensar que el sentido del Adviento está también en que la Paternidad de Dios hacia todos nosotros ha estado en Su pensamiento siempre. Y acaso permitió a este profeta que lo descubriera. En su clamor sigue diciendo: ‘¡Ojalá rasgases el cielo y bajases. Los montes se derretirían ante ti’.

En cambio el segundo domingo plantea una situación diferente: ‘Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios’. (Is. 40, 1). ‘Una voz grita: Preparad un camino al Señor, allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios’. La situación es distinta.

¿Se dan cuenta? Es la riqueza de la Palabra de Dios, del LOGOS, que es el Centro de la Iglesia, como dice el Concilio Vaticano II en la Constitución ‘Dei Verbum’. Palabra que debemos escuchar y asimilar, hacer nuestra y que luego debemos proclamar.

Sí, amigos. La Biblia no debe ser extraña a nosotros. Es…como si tuviéramos una cita con el mismísimo Niño que estamos esperando en el Adviento y nos encontráramos con Él en ese lugar: la Biblia. Porque paulatinamente,en los domingos siguientes del Adviento, iremos llegando a la contemplación del Misterio de su Nacimiento en Belén.

Pero mientras llega este momento vayamos allanándole el camino en nuestro interior. Analicemos qué debemos mejorar para prepararle un lugar en nuestro interior, como si fuese una cuna. Poco a poco, con voluntad, tesón y la ayuda de nuestro Dios para quien no hay nada imposible, iremos construyendo sus caminos según el pensamiento y los planes divinos para cada uno de nosotros.

No cuesta nada dar una sonrisa a nuestro prójimo. Un saludo amable. Acaso con una cosa tan simple podamos ser para la otra persona el Juan Bautista del siglo XXI que con estas actitudes estemos anunciando la proximidad del Salvador.

Pongamos nuestra voluntad desde nuestra libertad. Dios no tiene prisa y sabe esperar. Seamos cristianos de Esperanza, cristianos de Adviento. Precisamente la Paciencia podríamos decir que es la gran virtud del Adviento. Colaboremos con Jesús que desea celebrar con cada uno de nosotros el Memorial de su venida en carne mortal a nuestro mundo, para participar en todo de nuestra vida, excepto en el pecado.

Y borremos de nuestro interior cualquier sombra de pecado. Jesús no tenía. Imitémoslo. El Sacramento de la Reconciliación está a nuestra disposición. ¿Qué esperamos?

No hay comentarios: