lunes, 8 de diciembre de 2008

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Hoy es un día Mariano. Celebramos la advocación de la Madre de Dios como Inmaculada desde su Concepción. Sin mancha ni pecado. ¿Por qué lo hacemos? Es de estricta justicia por ese SI que pronunció en un momento concreto que cambió radicalmente el sentido de la Historia y de la Humanidad. Hagamos un breve repaso a los hechos.

El proyecto de Dios se destrozó. Sus paseos por el Edén junto con la Humanidad naciente representada por Adán y Eva finalizaron por obra y gracia del espíritu del mal, simbolizado por la serpiente. El resultado, la desobediencia a Dios. La consecuencia, el castigo y el pecado.

Sin embargo Dios no renuncia a dejar en el vacío la obra mimada de la Creación. Tantos siglos para formar el universo, y en él, la tierra con todo lo que había ido creando paulatinamente: seres inanimados y luego la vida manifestada en las plantas y los animales, todo para preparar la morada del destinatario final de Su Obra: Nosotros.

No. No puede permitir que se pierda. No quiere renunciar a continuar paseando con la Humanidad, con las personas, en los edenes futuros.

En la primera pareja oímos sus excusas a pesar de saberse transgresores del mandato de su Creador. Las mismas, con diferentes palabras y conceptos son las que empleamos hoy cuando prescindimos de Dios para irnos a satisfacer nuestros caprichos al margen de nuestro Creador, que también continúa preguntándonos dónde estamos porque no nos ve. No reconoce en nosotros su obra por nuestro alejamiento de Dios.

En aquel momento del Edén Dios pone de manifiesto su rapidez de reflejos y ante esa caída lanza su brazo fuerte para recoger nuevamente la Humanidad del suelo y levantarla al lugar que le corresponde.

“Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.» (Gen.3, 15)

Desde ese mismo momento comienza la lucha entre el bien y el mal, pero se levanta la voz de la esperanza: el linaje de la mujer pisará la cabeza del mal.

Después pasarían los siglos. Y un día cualquiera, de un mes y año concreto, nace en Israel una Niña, cuyos padres, Joaquín y Ana, no podían imaginar el destino que tendría como depositaria de las promesas de Dios en el Paraíso.

Ni podían pensar que los ojos de Dios, al depositarse en ella llamándola a la vida, la había preservado de toda sombra de culpa o de pecado. Era la Llena de Gracia. Era la futura Madre del Salvador.

Desde toda la eternidad había sido elegida María para acoger dentro de sí toda la autocomunicación con el Espíritu Santo y por haber venido sobre ella el Espíritu de Dios es Llena de Gracia. Por cuando decimos “LLENA ERES DE GRACIA” al rezar el Ave María, es lo mismo que decirle “LLENA ERES DEL ESPÍRITU SANTO”.


El Espíritu habita en ella como en su templo. Ella es templo de Dios como nosotros también lo somos por la Gracia, como nos dice San Pablo : “¿ES QUE NO SABÉIS QUE SOIS TEMPLOS DE DIOS?”(I Cor. 3, 16).

Pero volviendo a María. ¿De qué le sirve al Espíritu Santo haber venido sobre ella y haberla fecundado, si no dejamos que venga sobre cada uno de nosotros para que engendremos en nuestro interior a Jesucristo?

El Espíritu densificó primero su acción en un ser concreto e histórico , María , para después , y desde ahí , difundirlo a todas las personas dispuestas a darle también el “SI” , como María .

Pero para eso hace falta nuestra disponibilidad total y sin condiciones, como la Virgen, y estar abiertos a los planes de Dios hacia nosotros,PORQUE SOMOS OBRA DE DIOS.

ES PONER NUESTRA LIBERTAD , NUESTRO SER TOTAL , AL SERVICIO DE DIOS .

Y una vez que se ha iniciado en María, el proceso continúa y continuará a lo largo de la Historia a través de nosotros y así nos convertimos en PEDAZOS DE LA HISTORIA DE DIOS en la Humanidad desde nuestra pequeñez y nuestra nada.

Hoy veneramos a la Madre de Dios, también nuestra Madre por expreso deseo de Jesucristo en la Cruz, en esta advocación tan querida por todos los españoles: La Inmaculada Concepción.


Cerremos brevemente los ojos del cuerpo y abramos los de la imaginación y la fe. Vamos a contemplar, a meternos en esta escena de la Virgen al pié de la Cruz acogiéndonos a todos nosotros. Veámonos allí, al pie de la Cruz, nosotros también, recibiendo a María como Madre.

Vamos a ser el San Juan del siglo XXI cada uno de nosotros. En un momento de silencio, vamos a adentrarnos en su Maternidad y en la relación que tenemos con Ella. Y oigamos la voz del mismo Cristo que nos dice a cada uno: ‘AHÍ TIENES A TU MADRE’.

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