domingo, 12 de abril de 2009

"No está aquí. Ha resucitado"

Me imagino que se quedarían a cuadros cuando vieron a ese personaje joven vestido con túnica blanca, en la tumba vacía de Cristo, diciéndoles que había resucitado. (Mc. 16, 5).

Y no era para menos. Pensemos en qué hubiéramos hecho nosotros si hubiésemos estado en la piel de esas mujeres.

Jesús de Nazaret había dejado la tumba, signo de muerte, para marcarnos el rumbo a cada uno de nosotros y que tuviésemos claro que la Historia de cada uno de nosotros está inmersa en la Historia del mismo Jesús al ser nosotros los sujetos del valor de la Resurrección. Ese es el motivo por el que debemos alejar de nuestra existencia cuanto pueda haber que nos impida acercarnos cada vez más a Cristo y tener nuestra propia resurrección.


Entonces seremos el ‘hombre nuevo’ que decía San Pablo (Ef.4, 22-24). Él es nuestra esperanza en la vida diaria, pero con proyección de futuro al más allá. Jesús, Kyrios del Universo y de la Historia, se hace Eucaristía para dársenos a cada uno de nosotros y vivir en nuestro interior lanzándonos hacia la plenificación de nuestra existencia.

Les puedo asegurar que esta noche, en la celebración de la Vigilia Pascual he sido capaz de experimentar todos estos sentimientos en mi interior cuando el sacerdote celebrante nos ha llamado a mi esposa y a mí para ayudar a dar la Comunión como Ministros Extraordinarios, porque ¿cómo poder explicar con palabras humanas el significado del momento en que te sientes instrumento de Cristo que se da a cada persona que se acerca a recibirlo?

Ese preciso instante en que tomas una Forma, la mojas en la Sangre contenida en el Cáliz y dices ‘el Cuerpo y la Sangre de Cristo’ para depositarla en la boca del comulgante, me ha hecho sentir la presencia de Alguien que ha sufrido y muerto por mí, por la persona que comulga y por cualquier otra que pueda estar presente en el templo o en otra parte del mundo. Y que ha resucitado. Eso es lo fundamental y lo que da sentido a nuestras vidas.


La Pascua nos lanza a vivir en nosotros la aventura de Jesucristo y ser sus testigos en el mundo que nos rodea con la honradez y sinceridad de nuestras vidas así como una entrega incondicional a Dios que nos llamó a la vida pronunciando nuestro nombre desde el vientre materno. (Is. 49, 1) (Jer. 1, 4).

Amigos, ¡Feliz Pascua de Resurrección!. Y que la bendición del Resucitado nos acompañe a lo largo de toda nuestra vida.

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