domingo, 26 de abril de 2009

LA GRACIA (II)

La semana pasada veíamos que LA GRACIA entra dentro de ese Ser al que no vemos físicamente, pero que notamos vivo en nuestro interior.

Por lo tanto hay que enmarcarla en una realidad sobrenatural. Fuera de ese concepto material de las cosas del mundo.

Vamos a verlo con ejemplos. Todos sabemos en qué consiste ayudar a alguien. Dentro de este concepto podemos decir que hay dos tipos de ayuda:

a) Hay personas que conociendo que alguien tiene un problema, económico por ejemplo, le puede ayudar dejándole una cantidad de dinero para que pueda solucionar el hipotético problema que pueda tener. Esa es una forma de ayuda que se ve. Que es palpable.

b) Pero hay otra forma de ayuda, de tipo sobrenatural, que no se siente ni se palpa. Es la de ese Ser al que no vemos pero que nos está ayudando a pesar nuestro y que no nos pide nada a cambio.

Y la Gracia entra dentro de esa segunda clase de ayuda, la del apartado b), y hay que entenderla como DON, como un regalo que Dios nos hace sin que nosotros se lo pidamos ni, mucho menos, le exijamos.

La Gracia entra dentro de ese campo de realidad sobrenatural que viene exclusivamente de Dios para cada persona, como realidad única e irrepetible que es.

Y nos la da porque quiere y porque es un Ser incondicional. No está condicionado por nada ni por nadie. Nos la da porque es LIBRE y porque AMA. Y nos la regala a través de Jesucristo.

Pero, ¿en qué consiste ese regalo? Veamos. En cualquier regalo existen dos elementos: el dador y el receptor. El primer elemento, como dador, es Dios. Y hay que intentar entender su Ser, es decir, cómo funciona Dios. Cómo es su manera de actuar.

Anteriormente he expuesto que Él es una realidad sobrenatural, invisible, profundamente misteriosa y eternamente desconocida porque nadie lo podrá conocer en este mundo por ser Él infinito e inabarcable y nosotros finitos y, por tanto, limitados.

Leyendo en la Biblia los días de la Creación, podemos observar cómo va perfeccionándolo todo hasta llegar al EDÉN, y cuando le ha parecido que el TRONO para recibir a los REYES DE SU CREACIÓN está listo, CREA LA PAREJA HUMANA y la entroniza en el PARAÍSO. (Gen. 1, 26-31)

Y la conserva, la mima y lo espera todo de ellos, como lo espera todo de nosotros. Pero Adán y Eva no supieron dar la talla. Y aunque fallaron, allí mismo YA PROMETE UN SALVADOR . (Gen. 1 15).

Incluso hoy, cuando se encuentra con uno de nosotros que se acobarda y se avergüenza de su cristianismo, que está tremendamente cargado de prejuicios y respetos humanos, no se inmuta., no rompe los papeles ni se enfada con las personas. Él es inalterable y fiel al proyecto con su criatura y, por tanto, es congruente con su propia esencia.

Es fiel a sí mismo y nos hace ver la misericordia que siempre ha tenido y sigue teniendo con el ser humano y que es comprobable a lo largo de la Historia. Siempre es un Ser misericordioso.

Frente a esa realidad de Dios, nos encontramos el segundo elemento del regalo: el receptor. En este caso somos nosotros, las personas.

También somos un ser libre, como Dios, pero en pequeño. Somos capaces de amar muchísimo, como Dios, pero en pequeño. Coincidimos casi en todo con Dios, pero siempre en pequeño, y, por tanto, somos vulnerables.

Siempre vamos buscando nuestra propia felicidad y nuestro propio destino, pero nunca acabamos de encontrarnos ni de encajarnos del todo en nuestro propio ser porque parece que la insatisfacción personal se hace presente. Siempre anhelamos más en todas las facetas de nuestro trabajo, de nuestras aspiraciones, de nuestra vocación… Parece que exista una inseguridad en nosotros mismos.

Necesitamos algo en qué apoyarnos, una guía o un guía, un acompañante, una palabra clara, concreta, algo (o Alguien) para poder existir y buscar nuestro camino.

Esos son los dos grandes elementos de la Historia: DIOS Y LA HUMANIDAD, que siempre está en búsqueda permanente.

Pues bien. Ese Dios que es un INFINITO PANTANO DE AMOR, quiere decidirse y cumplir la promesa hecha en el Paraíso. De alguna manera quiere hacerse visible para que nosotros lo veamos y lo tratemos cara a cara.

Dios se plantea que necesita una ENCARNACIÓN. Un sitio donde estar con su criatura. El Paraíso pasó y Él cree necesaria una nueva comunicación directa con el Hombre igual que en aquel lugar. Un diálogo más frecuente que el que había en el Edén.

De alguna manera coincide con una profecía que existe en el A.T.: Dios es el Emmanuel. El Dios con nosotros. (Is. 7, 10-15 y también Is. 9, 1-6)

Y para eso, Dios necesita un cuerpo donde poder manifestar su amor, su personalidad, su misericordia, su paz,… Y sobre todo, hacerse visible para todos los humanos. Pues bien.

Ese Dios con nosotros. Ese Dios encarnado. Esa forma de vivir el Emmanuel entre nosotros, es JESÚS DE NAZARET. Él es Dios en forma humana o el Hombre en forma de Dios.

Por eso nos acoge siempre junto a Él, (porque realmente vino para eso) y se rodea de los más sencillos, de los más necesitados y, lo fundamental, siempre está dispuesto al perdón. Incluso perdonó lo que los legisladores de su época no hubieran perdonado jamás.





Por ejemplo, en el caso de la adúltera a la que iban a lapidar , supo dar la cara a los que querían cogerlo en contradicción y decirles: ‘...el que esté libre de pecado que eche la primera piedra...’ Nunca escurría el bulto. Y Él, completando este hecho, perdonó a aquella mujer, (‘... yo tampoco te condeno...’) (Jn. 8, 1-11) porque su corazón es vital, enorme, grandioso, comunica felicidad, libera al enfermo, al triste y al humillado, a la persona llena de problemas y angustias, ...porque una de las cosas típicas de Jesús es comunicar vida.

Pero sobre todo HABLA. Comunica constantemente la Palabra de Dios a la gente. Y habla como un auténtico heraldo. San Juan lo define como el LOGOS : La Palabra.(Jn. 1, 1-5). Podemos decir que Cristo es el sonido de Dios, la música de Dios en el mundo, al que comunica su propia interioridad e intimidad. Y su gran testimonio: DIOS ES FIESTA. DIOS ES ALEGRÍA.

Y esto lo dice con un ejemplo muy claro a lo largo de todo el Evangelio: el Reino de Dios. Quiere transmitirnos la alegría del Reino y esa es la causa por la que está constantemente en su boca, especialmente en las parábolas. Es algo casi obsesivo en su manera de predicar: “El Reino se parece a un grano de mostaza... (Mt. 13, 31-32) , a una perla... (Mt. 13, 45) ,“. Es como si nos estuviese diciendo “Ya ha llegado ese Reino. Está en vuestro interior. Ese Reino es la postura de Dios con vosotros. Y está aquí y ahora: SOY YO EN PERSONA.

Parece querer explicarnos que la forma concreta que tiene Jesús de vivir, animando, amando y perdonando, es la forma de vivir el Reino de Dios en medio de los humanos.

Fijémonos bien en esa manera portentosa de hacer el milagro de transformar un paralítico, en una persona que marcha cargado con su camilla (Mt. 9 1-7), alegre, ilusionado con la vida que se le presentaba por delante a partir de su encuentro con Jesús.

Este es el poderío de ese Dios enorme que se ha hecho presente en Jesucristo. Él es la presencia de ese Ser invisible que se hace visible a todos y para todos.

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