domingo, 1 de junio de 2008

El desierto y el LOGOS


En uno de los ejercicios de clase, tuvimos que escribir sobre un tema y ponerlo en el blog. Elegí el desierto y al ver la foto que adjunté, recordé el tema que formaba parte de la participación de EUTERPE en el blog y que yo apenas esbocé en el escrito: el rol del desierto en la actuación de Dios a través de su Palabra. Pienso que merece algo más de atención.

Estoy totalmente de acuerdo con su apreciación, Euterpe, y caí en la cuenta que son muchas las veces que el desierto y las montañas son el escenario natural en el que Dios habla y se manifiesta a diversas personas: en el Sinaí (para otros el monte Horeb), habla a Moisés en la zarza ardiendo y también allí le da las tablas de la Ley; el profeta Elías es llamado al monte para ver la Gloria de Dios, la cual no estaba en el huracán, en el terremoto ni en el fuego, sino en un ligero susurro; cuarenta años llevó Dios a su pueblo al desierto para su purificación antes de entrar en la tierra prometida,…

El mismo Jesucristo fue llevado al desierto cuarenta días antes de comenzar su predicación, ayunando todo ese tiempo. Se transfiguró en el monte Tabor. Su programa de vida, las Bienaventuranzas, fue en un monte. Su crucifixión, en el monte Calvario. A sus discípulos los citó en un monte para, delante de ellos, ascender a su Reino.

Para nosotros, el desierto es todo un símbolo en nuestro peregrinar, como los israelitas al salir de Egipto. ¿Cuántas veces estamos atravesando situaciones y problemas que no entendemos que nos puedan ocurrir a nosotros, pero que están ahí, presentes en nuestra vida? Es la travesía de nuestro desierto particular e íntimo.

La misma aridez del desierto la encontramos en nosotros en ocasiones, pero acaso eso nos permita descubrir que existe una voz más honda y profunda que nos interpela: es el LOGOS que nos susurra en nuestro interior y nos permite oírle mejor.

Ahí nos conduce Dios para interpelarnos y acrisolar nuestro propio YO, nuestro SER absoluto como cristianos. En este desierto es posible que se sienta (realmente se siente), la profundidad del desánimo, el vacío interior, la desesperanza, … Pero Dios no nos pierde de vista. La perseverancia y la FE en Él provocan en nosotros una respuesta personal en la batalla diaria y nos lanza a retomar nuestros deberes con nuevos bríos más allá de los problemas que provoca el desierto en nuestra vida.

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