sábado, 7 de junio de 2008

Querer es poder

La sociedad está padeciendo diariamente hemorragias de escasez de tiempo que conducen a ir deprisa a todas partes. Todo lo queremos hacer con rapidez para sacar más tiempo del que disponemos. La vorágine del quehacer diario nos conduce a un estado de excitación, tensión y agotamiento que al finalizar el día, cuando nos retiramos a la paz de nuestros hogares nos sentimos agotados física y síquicamente y este estado no nos permite saborear esa paz y ese descanso que necesitamos.

La evasión la buscamos en la televisión o en cualquier otra actividad hogareña, que está muy bien, pero que es incompleta, porque nuestro YO interior no lo cultivamos ni tampoco nuestro descanso interior.

Perdemos de vista la trascendentalidad de nuestra persona y nos refugiamos en otras actividades, sociales, deportivas o del tipo que fueren que, si bien nos permiten un cambio de actividad, diferente a la rutina laboral diaria, poco contribuyen a nuestro descanso.

¿Qué tiempo dedicamos a cultivar nuestro interior? ¿Qué tiempo dedicamos a nuestra relación personal con el Absoluto? Somos capaces de encontrar un tiempo diario para el desayuno, la comida o la cena aunque sea de pie y con prisas, como sea, pero nos alimentamos. En cambio no sabemos encontrar espacio para tratar con Dios, alimento de nuestro espíritu, que nos aporta la paz (SU PAZ) y la serenidad que necesitamos.


En uno de mis desplazamientos con el metro me llamó la atención uno de los viajeros cercano a mí, con un rostro sereno que transmitía paz, vestido con sencillez, casi elegante, que llevaba un libro de tamaño octavo aproximadamente, no muy grueso, y lo leía con detenimiento. De vez en cuando lo cerraba con el dedo puesto en las páginas que le interesaban, entornaba los ojos unos momentos y así permanecía unos instantes. Luego volvía a su lectura pausada. No pasaba hojas. Permanecía en las mismas, repitiendo el mismo gesto con el libro y el dedo dentro como marcapáginas improvisado.

Me llamó poderosamente la atención y me movió la curiosidad de conocer la temática del libro. Su compañero de asiento se bajó en una parada y aproveché para sentarme a su lado. Inevitablemente mis ojos se dirigían al libro y una de las veces que lo abrió observé que las paginas estaban divididas en dos columnas y en la parte superior de las mismas vi escrito ‘Mt’ seguido de unas cifras. Estaba leyendo algún pasaje del Evangelio de Mateo. Entraba en contacto con el LOGOS, con la Palabra.

¿Estaría leyendo alguna frase o perícopa y meditándola? Entraba dentro de lo posible, pero eso me lleva a pensar que no es tan difícil encontrar, cuando uno se lo propone, el tiempo suficiente para tener un encuentro interior con Dios, a pesar de la algarabía que había dentro de aquel medio de transporte.

Ahí entramos en el campo de la oración. En ese espacio diario reservado a abrirnos a lo trascendente y dejarnos llenar por Él igual que buscamos el tiempo para alimentarnos físicamente. No es tan difícil. Sólo tenemos que perder esos prejuicios humanos que nos alejan de nuestra propia trascendencia y tener la personalidad suficiente para no dejarnos arrastrar por el ambiente que nos rodea. A fin de cuentas, y como dice el refrán, QUERER ES PODER.

1 comentario:

euterpe dijo...

Ciertamente disponemos de muy poco tiempo para conectar con nosotros mismos y para darnos cuenta de que ahí, en el silencio interior, nos está esperando el Logos con una paciencia y un amor infinitos. Cuando somos capaces de cortar la relación de dependencia con lo temporal, de hacer un paréntesis en cualquier lugar (por ejemplo el tranvía) podemos "conectar" un poco. Utilizar un mantra o frase meditativa como podría ser :" Padre, me pongo en tus manos", y hacer el silencio en relación a esos pensamientos que parecen perseguirnos continuamente, proporciona serenidad. Y no hay que sorprenderse si en ese diálogo de amor y confianza se encuentran respuestas a nuestros interrogantes, fortaleza en el afrontamiento de problemas o herramientas para resolver situaciones que nos preocupan.
Le felicito por la progresión de su blog.
Que el Logos le siga concediendo sabiduría para perseverar en el trabajo que está realizando.